El Gobierno ruso anunció oficialmente que ya no se siente obligado por la moratoria que mantenía desde 2019 sobre el despliegue de misiles balísticos terrestres de corto y medio alcance. El Ministerio de Asuntos Exteriores afirmó que las condiciones que motivaron esa restricción ya no existen, dando luz verde a nuevas acciones militares si considera que la seguridad nacional está en riesgo.
Según el Kremlin, Estados Unidos y sus aliados han intensificado el despliegue de misiles de clase INF —como los Typhon o Dark Eagle— en Europa y el Indo‑Pacífico, lo que Rusia percibe como una amenaza directa. El comunicado ruso señaló que cualquier respuesta dependerá de la escala de esas maniobras que consideran agresivas.
El portavoz presidencial Dmitri Peskov remarcó que no se esperan anuncios públicos detallados sobre ese despliegue, dado el carácter sensible y no divulgado de la defensa nacional. Por su parte, el ex presidente y vicepresidente del Consejo de Seguridad Dmitri Medvédev advirtió que Occidente debe «esperar nuevos pasos» como respuesta a lo que denominó una “política antirrusa” de la OTAN.
Esta decisión marca una nueva fase en el derrumbe de los mecanismos formales de control armamentístico, señalado especialmente tras la salida de Estados Unidos y Rusia del Tratado INF —firmado en 1987 y formalmente disuelto en 2019— lo que abre paso a un rearmamento mutuo con tensión regional elevada.
Un analista consultado por Cadena SER consideró que, pese a la retórica nuclear y las tensiones diplomáticas, el escenario aún no se inclina hacia un enfrentamiento militar directo serio, ya que no hay acciones ofensivas inmediatas y ambos países habían abandonado previamente compromisos de desarme.