Venezuela hizo el máximo desgaste detrás del triunfo que buscó, mereció y no pudo cristalizar. En Maturín se aprovechó de un rival disminuido por muchas ausencias y lo sometió en el juego, pero sus intentos morían en las manos del arquero Rochet, la figura de la Celeste, o en ejecuciones magras dentro del área.