Tomado de Redes: “La gente buena se va antes”

Por Jorge Claramonte

Publicado: 8 de octubre 2016

Hubo tres muertes, para mí, sorprendentes, entre el viernes 30 de septiembre y el martes 4 de octubre, en Catamarca. Había algo en común entre los fallecidos: eran buena gente. A todos ellos los conocía poco, pero los conocía. Aquel viernes se suicidó Damacio Gutiérrez, a quien yo sólo identificaba como el “Belicho”, que atendía la despensa de un barrio, y siempre estaba con una sonrisa, de buen humor hacia sus clientes. Recién cuando me informaron de su muerte, me enteré de lo demás: que vivía en el barrio 111 viviendas, que tenía dos hijos, que se llamaba Damacio. Y de casualidad (o no), de pronto tuve referencias de otros que lo trataron en la vida más allá de su trabajo, y destacaron sus cualidades de ser humano. Me shockeó la noticia: ¿cómo se puede matar un tipo que nunca parecía tener un mal día?

El lunes 6 de octubre, poco antes de las seis de la mañana, alguien publicó la foto de Mario Montivero en Facebook, dando a conocer que apenas unas horas antes había dejado de existir. Fuimos vecinos, y lo nuestro no habrá pasado de un par de charlas circunstanciales, pero suficiente para saberlo “buena gente”. Esas personas que siempre te saludan, incluso cuando dejamos de vivir en el mismo barrio y él ya era policía, cruzándonos en alguna calle. Otra muerte incomprensible, una enfermedad repentina, un chango joven, otro ser muy querido por todos, de los cuales uno dice “tiene cara de buena gente”. Y no engañan.

La tercera muerte increíble sucedió el martes pasado, durante el temporal, por lo tanto más difundida. A Agus Casas lo encontraba siempre cerca de su domicilio, donde yo aguardaba que mi novia saliera de su trabajo. Hablamos algunas veces, me preguntaba por el programa Zona Negra, me agregó en su Facebook, y a veces me aparecían algunas publicaciones suyas que no eran las de un adolescente de estos tiempos. Solía escribir que no iba a salir un fin de semana porque su madre no le daba permiso, y que él entendía que estaba bien que así sea, porque ella lo cuidaba y quería lo mejor para él. Le gustaban el skate, la guitarra, y cantar. Tenía un montón de amigos y de conocidos que lamentaron muchísimo su partida.

Yamila, una mujer de 29 años, dijo hace poco que “la gente buena se va antes”. Hablaba de su madre, de 60 años, asesinada recientemente de un tiro en el pecho. Durante toda la semana que se fue, pensé en esa frase.