El escafismo, también conocido como la tortura de los barcos, está documentado por el historiador griego Plutarco en su obra Vidas Paralelas, específicamente en la biografía de Artajerjes II.
Aunque no hay múltiples fuentes que lo confirmen, el relato de Plutarco ha sido tomado como una valiosa ventana a la brutalidad del castigo, practicado durante el Imperio Persa hacia el año 401 a. C. Y es, sin duda, una de las formas más atroces de tortura jamás concebidas.
Este castigo no solo buscaba la muerte del condenado, sino su degradación progresiva, consciente y pública, combinando elementos de humillación, sufrimiento físico extremo y una muerte prolongada por descomposición viva.
¿En qué consistía el escafismo?
El proceso era tan meticuloso como inhumano:
El condenado era inmovilizado entre dos troncos huecos o canoas, una sobre otra, dejando únicamente la cabeza, manos y pies al descubierto.
Era obligado a ingerir grandes cantidades de leche y miel, provocándole vómitos, diarrea y una fermentación interna que lo debilitaba rápidamente.

Luego, su cuerpo era untado con la misma mezcla, especialmente en los ojos, oídos, genitales y ano, para atraer la atención de insectos.
El conjunto era dejado a la deriva en un pantano o zona de aguas estancadas, donde abundaban moscas, avispas y larvas.
Día tras día, era alimentado a la fuerza para mantenerlo vivo. Mientras tanto, su carne se llenaba de larvas, infecciones, y gangrena, que consumían el cuerpo desde adentro y desde fuera.
La muerte no llegaba pronto. El condenado podía agonizar durante más de dos semanas, rodeado de podredumbre, invadido por los insectos que se alimentaban de su cuerpo.
El único caso concreto registrado es el de Mitrídates, un soldado persa que, según Plutarco, fue ejecutado por orden del rey Artajerjes II tras matar accidentalmente a su hermano, el rebelde Ciro el Joven, en la Batalla de Cunaxa.
Aunque Mitrídates creyó haber hecho un favor al rey, éste no toleró que su hermano no hubiera muerto por su propia mano, y convirtió a Mitrídates en ejemplo de castigo extremo.

El relato dice así:
“Mandó el rey Artajerjes II, pues, que a Mitridates se le quitara la vida, haciéndolo morir enartesado, lo que es en esta forma: tómanse dos artesas de madera que ajusten exactamente la una a la otra, y tendiendo en una de ellas supino al que ha de ser penado, traen la otra y la adaptan de modo que queden fuera la cabeza, las manos y los pies, dejando cubierto todo lo demás del cuerpo, y en esta disposición le dan de comer, si no quiere, le precisan punzándole en los ojos; después de comer le dan a beber miel y leche mezcladas, echándoselas en la boca y derramándolas por la cara: vuélvenlo después continuamente al sol, de modo que le dé en los ojos, y toda la cara se le cubre de una infinidad de moscas.
Como dentro no puede menos de hacer las necesidades de los que comen y beben, de la suciedad y podredumbre de las secreciones se engendran bichos y gusanos que carcomen el cuerpo, tirando a meterse dentro. Porque cuando se ve que el hombre está ya muerto, se quita la artesa de arriba y se halla la carne carcomida, y en las entrañas enjambres de aquellos insectos pegados y cebados en ellas. Consumido de esta manera Mitridates, apenas falleció el decimoséptimo día”.
El escafismo era más que una ejecución: era una advertencia viviente. Los cuerpos expuestos, la lenta descomposición, la humillación pública, servían como un mensaje claro: desobedecer al rey, traicionar al imperio o desafiar el orden, merecía una muerte peor que cualquier otra.
A día de hoy, el escafismo es considerado uno de los métodos de tortura más crueles jamás imaginados por el ser humano. Su combinación de hambre, infestación, dolor, locura y putrefacción lo coloca en la cima de la brutalidad histórica.