La aparición de dos arañas del banano, de las más venenosas de la especie, ha generado una suerte de alarma (desmedida, si se tiene en cuenta el efecto que ha causado históricamente) en Uruguay. Uno de los ejemplares apareció en un supermercado en Treinta y Tres, un departamento (provincia) del centro este del país. La otra apareció en un comercio del Buceo, un barrio ubicado hacia el este de Montevideo.
La araña que apareció en Treinta y Tres tenía un tamaño de 10 centímetros de diámetro, si se consideraban las patas. Es la cuarta aparición en el departamento de esta araña agresiva y potencialmente mortal.
Tras esta aparición, Carlos Prigioni, investigador asociado al Museo Nacional de Historia Natural de Montevideo, comentó al noticiero Telemundo de Canal 12 que la importación de la araña proviene de Atibaia y Registro, dos localidades del estado brasileño de San Pablo.
El investigador señaló que los cachos de banana se cortan y quedan en el suelo durante “dos o tres días”. “Ahí se meten las arañas y otras cosas. Hace muchos años hicimos un seguimiento de la importación de banana en el Mercado Agrícola [de Montevideo] y era increíble la cantidad de cosas que llegaban: arañas, ranas, culebras, comadrejas enanas. Todo dentro de los cachos de banana”, comentó.
Una de las recomendaciones ante estas apariciones fue que se prohibiera la importación de bananas en cachos y se hiciera en caja. Este cambio se concretó, pero las arañas del banano siguen apareciendo.
“Todos los accidentes con la araña de la banana evolucionan sin consecuencias fatales aquí. El Centro de Información y Asesoramiento Toxicológico del Hospital de Clínicas piensa que quizás el estrés o el cambio de temperatura es lo que podría alterar el veneno, cambiar la composición e incluso la cantidad del veneno. Por eso los accidentes evolucionan favorablemente”, dijo el experto.
A la aparición en Treinta y Tres, que fue la que generó la mayor alarma pública en el país, se le sumó el ejemplar encontrado en un comercio en el barrio Buceo.
Pero más allá de estos casos puntuales, hay decenas de registros en distintos puntos del país sobre de apariciones de estos animales. Incluso, desde la década del 90 se han documentado varias mordeduras pero ninguna de ellas de gravedad, informó el diario El Observador, que señala que la alarma que rodea cada aparición parece desmedida.