Tomado de Redes: “Esta es la historia que jamás hubiera querido contar… la del suicidio de mi hijo, Lautaro”

Escribe: María González

(De su cuenta en Facebook)

Esta es la historia que jamás hubiera querido contar… la del suicidio de mi hijo, Lautaro Romano González. Era un adolescente como todos, con objetivos, ganas de vivir, mi compañero, el amor de mi vida. Con poco más de 18 años, mantenía un vínculo afectivo cercano con alguien muy significativo para él. A raíz de un distanciamiento con esa persona comienza esta vorágine de situaciones y sentimientos que a Lautaro le resultaron imposible de sobrellevar. Esta es la realidad que necesito gritar porque el silencio duele más que la verdad.

Hoy escribo desde el amor más profundo y el dolor más insoportable. Escribo para ponerle palabras al sufrimiento, a tanta angustia y a tantos “por qué”. Mi propósito es que su historia ayude a prevenir para evitar situaciones como las que nos toca vivir como padres, como familia. Lo que hoy me animo a compartir surge de lo que mi hijo dejó registrado en su teléfono celular, conversaciones que leí de forma minuciosa e interpreté junto a profesionales de la salud mental y del ámbito jurídico.

Lautaro cargó durante meses un peso emocional que no le correspondía, apoyó y contuvo desde el corazón, y no! No fue una decisión repentina. Fue el resultado de aquella carga silenciosa y sostenida en el tiempo. Lautaro escuchó cada palabra, cada emoción, cada mal pensamiento y deseo constante de querer morir de quien estaba a su lado y abrió la puerta a un dolor que no era suyo, donde la muerte era la única salida posible. Se convirtió en el soporte emocional quedando así a una constante exposición a la desesperanza, a la impotencia y a la ansiedad.

Cuando un adolescente escucha reiteradamente ideas donde la muerte es la única solución a problemas y fracasos, es habitual que comience a interiorizar esos pensamientos, absorbiendo esas ideas como normales y para sí mismo. Así fue como Lautaro, quien no había tenido hasta entonces actitudes, pensamientos o conductas compatibles con el deseo de morir, termina ejecutando su propio suicidio. Aquella decisión, lejos de ser libre y genuina, fue resultado de una carga emocional silenciosa y sostenida que él asumió sin tener herramientas psicológicas para procesar altibajos emocionales en su entorno.

Lautaro era un joven en construcción, quien no vivió una relación de adolescentes sana, sino, estaba inmerso en una dinámica de “abuso emocional invisible”. Esa cercanía que él mantenía generó una sobrecarga afectiva desproporcionada, un abuso sin golpes, pero constante, con secuelas que para Lautaro fueron irreversibles. No hubo señales que nos alertaran ni conductas que nos indicaran este final irreparable. Hoy, solo soy una mamá a la que le surge la búsqueda de respuestas a infinitas preguntas.

Cuando a Lauty le llega vivenciar su propio dolor y el distanciamiento en ese vínculo, experimentó y tomó para sí todo lo que venía escuchando, en ese momento, aquella idea de muerte se le hizo presente. Buscó ayuda, pidió por única vez ser sostenido y escuchado y en lugar de alivio, recibió culpas, rechazo e indiferencia.