En un gesto cargado de espiritualidad y cercanía, el Papa León XIV sorprendió a los fieles al presentarse sin previo aviso en el Santuario de la Virgen del Buen Consejo, en Genazzano, una localidad situada en las afueras de Roma. El templo, custodiado por la Orden de San Agustín, es conocido por albergar una venerada imagen mariana a la que se atribuyen numerosos milagros y cuya historia está profundamente enraizada en la tradición católica.
Esta visita, marcada por la discreción y la oración, pone de manifiesto la especial devoción que el Santo Padre profesa por la Madre del Buen Consejo, advocación mariana que representa la guía y la sabiduría divina. Durante su permanencia en el lugar, el Pontífice se recogió en oración, saludó a los religiosos presentes y bendijo a algunos fieles que se encontraban en el santuario.
El gesto fue interpretado como una señal de humildad y fe, y como un recordatorio del papel central que la Virgen María ocupa en la vida espiritual del Papa y en la Iglesia. La comunidad agustina expresó su profunda emoción por la inesperada visita y destacó el valor simbólico de este acto de piedad.