La presentación del libro del presidente Javier Milei en el Movistar Arena, convertida en un espectáculo con formato de recital de rock, generó polémica en redes sociales y abrió un debate que lo emparenta con una vieja crítica hacia Cristina Fernández de Kirchner: el histrionismo y la puesta en escena personal por encima de la sobriedad institucional en contextos de crisis.
En el acto, Milei interpretó un cover de Charly García con letras modificadas, acompañado por una escenografía y una puesta que muchos compararon con un show musical más que con un lanzamiento editorial. La escena despertó cuestionamientos en torno al contraste entre el tono festivo del evento y la situación económica del país, marcada por inflación, pérdida del poder adquisitivo y reclamos sociales sin respuesta.
El periodista Luis Novaresio sintetizó esta crítica en un editorial que rápidamente se viralizó. “Si Cristina se menea en San José 11-11 y nos parece escandaloso, ¿esto no?”, preguntó, cuestionando lo que interpretó como una doble vara de evaluación según la afinidad política del espectador.
Y agregó: “¿Miró, Presidente, el contexto? 70 mil pesos, los jubilados, el Garrahan, la discapacidad… ¿Y en ese contexto canta y baila? Tiene derecho a hacerlo, claro. Pero, ¿miró el contexto?”.
El recuerdo de Tucumán, 2013
La referencia inevitable es a diciembre de 2013, cuando CFK bailaba en actos públicos mientras en Tucumán se vivía uno de los episodios más graves de saqueos en democracia. El acuartelamiento policial dejó a la provincia sin seguridad, con comercios cerrados, robos, enfrentamientos y un saldo de al menos tres muertos.
Ese episodio quedó grabado en la memoria social como un símbolo del desdén de la dirigencia hacia los dramas cotidianos, y volvió al centro de la discusión tras el show de Milei en plena crisis económica.
Para los críticos, tanto Cristina como Milei comparten un mismo recurso: el uso de la performance personal como estrategia política, privilegiando la épica del líder sobre la institucionalidad. El primero lo hizo con bailes y gestos desafiantes; el segundo con puestas rockeras y arengas militantes.
La discusión, que volvió a estallar en redes sociales, apunta a un denominador común: la construcción del poder como espectáculo, en un país atravesado por la fragilidad económica y social.