“El domingo cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar”. Al ritmo de esa canción, Racing armó su propio baile en el Cilindro. El partido ante Huachipato, para avanzar a cuartos de la Sudamericana, fue un trámite tan ágil, tan veloz, tan expeditivo, que la mira se posó raudamente en lo que se viene: el clásico ante Independiente. El duelo ante Huachipato nunca fue partido. La superioridad de la Academia fue abrumadora desde el primer minuto. El 2-0 conseguido en la ida en Chile brindaba un colchón que invitaba a la tranquilidad. Y en la vuelta, el equipo de Costas cocinó la cena antes de poner el mantel y los platos sobre la mesa. El encuentro pareció, por momentos, un entrenamiento ante un combinado de sparrings con camiseta roja para aclimatar al equipo de cara al derby de Avellaneda.
El local fue el dueño de la pelota, el que manejó los tiempos y administró los espacios ante un adversario desorientado, desahuciado y resignado. Nunca hubo partido porque no existieron equivalencias. La persiana se bajó en apenas diez minutos, cuando Rojas metió un buen centro tras una corrida de Carbonero y Baltasar Rodríguez hizo explotar al Cilindro por primera vez. Al duelo le sobraron 80 minutos en los que los hinchas empezaron a calentar la previa al cruce del domingo con el Rojo.