La directora del documental de María Soledad no quiso darles voz a Luque y Tula cuando ella no la tiene

“María Soledad: El fin del silencio” llegó a Netflix el jueves, pese al descontento de la familia Morales. Lorena Muñoz le da voz a las amigas de María Soledad Morales, quienes vuelven a revivir el oscuro hecho que puso en jaque a un orden político que en convivencia con otros sectores de la sociedad asesinó a la joven. A continuación algunas declaraciones que brindó la directora, guionista y productora a Diario Hoy, previo al estreno de la película documental.

—¿Cómo surge la idea del documental?

—Bueno, la idea del docu surge porque se ponen en contacto conmigo los productores del proyecto y me proponen hacer un documental sobre el caso de María Soledad Morales. Y a partir de ese momento, bueno, hablamos de si era una ficción o era un documental y yo les dije que para mí era un documental. Porque una ficción ya existe y es bastante poderosa, es una ficción que la vio mucha gente, yo la recuerdo como muy fuerte la película. La vi, en su momento, la de Héctor Olivera.

—Y documentales no hay…

—Por lo menos que yo recuerde, que yo haya visto, y esta tiene mucho archivo, sobre todo porque está el juicio y las repercusiones del juicio, con sus careos. Así que bueno, ese fue el origen del proyecto una propuesta de los productores que me preguntaban qué me parecía a mí en esas charlas. Si pensaba una ficción, un documental, nos parece un caso emblemático. Y el documental tiene esta fuerza de lo testimonial, del documento, justamente, valga la redundancia. Me parecía que era poderoso, sobre todo a 34 años, ahora.

—¿Y qué recordabas del caso? Yo me acuerdo de la gente yendo a ver el juicio, corriendo a la casa, más allá del impacto de la noticia…

—Soledad tenía mi edad. Ella nació en el 72, como yo. Y yo también tenía 17 años en ese momento. Entonces estaba en quinto año cuando la mataron. Me acuerdo de a fuerza de Martha Pelloni y de las chicas, pero sobre todo de Marta, de Ada, de Lía. Yo recuerdo mucho eso. La mamá, el papá y la directora de la escuela, la monja. Y las marchas de silencio y toda esa potencia de una marcha que no tenía nada de violencia. Era una marcha justamente de protesta, pero silenciosa. O sea, el silencio como una herramienta de protesta. Ese es el recuerdo que tengo.

—Y cuando empezaste a indagar, a investigar, ¿qué fue lo que más te sorprendió?

—A mí lo que más me sorprendió fue el testimonio de las amigas. Me parece que eso es como lo más poderoso. El caso fue tan mediatizado, pero al mismo tiempo con una mirada tan sesgada, o como se pudo en ese momento también. No es una crítica, sino que yo no conocía esta otra parte de la historia. La de las amigas, cómo habían cambiado sus vidas, cómo se había transformado su vida a partir de este asesinato. Lo unidas que eran. En un momento un periodista me dijo: ¿y por qué no oí testimonios de los asesinos?, ¿los fuiste a buscar?, ¿no los encontraste? Y yo no los fui a buscar. No los fui a buscar porque no les quiero dar voz cuando ella no la tiene.

—Lo más cercano que vos tenés son las amigas….

—Claro, si yo necesito ir a ella, volver a ella, construirla a ella, a recuperarla a ella, necesito ir a las amigas, a las pares, a que me la cuenten, me cuenten cómo era.